Por Gustavo Dessal
«Fundada por Robert Proctor, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Stanford, la “Agnotología” (del griego “agnosis”, “desconocer”) es una disciplina que estudia cómo se fabrica la ignorancia mediante políticas absolutamente calculadas, que no vacilan en poner en duda axiomas científicos sólidamente probados. El fin es favorecer intereses económicos que contratacan cualquier tentativa que pueda entorpecer sus propósitos.
Es posible que uno de los primeros ejemplos de estas usinas de falsedades partieran de las compañías tabacaleras, empleando dos métodos cuya combinación se convierte en un “arma de desinformación masiva”. Las armas de desinformación masiva son empleadas por grupos de poder que se valen de la colaboración a sueldo de políticos, medios de comunicación, periodistas y especialistas en la creación de relatos perversamente destinados a destruir las bases morales de la democracia.
El fracaso para lograr un acuerdo que ponga freno o al menos ralentice el cambio climático se debe a las gigantescas inversiones económicas que las industrias de recursos fósiles han realizado para diseminar el negacionismo. Eso les ha permitido “comprar” medio siglo de explotación y destrucción del planeta.
Las armas de desinformación masiva son también instrumentos de distracción diseñados para sembrar el caos, la desconfianza, la duda, la confusión en los grandes momentos de crisis política, donde enormes colectivos, algunos víctimas y otros cómplices, se apuntan al bando de la ignorancia.
Es por ese motivo que se impone la labor de ejercer una resistencia, proporcionando en todos los foros donde el debate sea aún sostenible herramientas para custodiar la dimensión ética de la verdad. En ese sentido, es fundamental que los psicoanalistas insistamos en dejar bien claro que nociones tales como “la verdad no toda puede decirse”, o “la verdad mentirosa no puede menos que fallar al decir lo real”, no deben confundirse con la implementación deliberada y programada sin escrúpulos mediante algoritmos que diseminan “bots”, mensajes automatizados y calculados para disparar en la línea de flotación de una eticidad sin la cual estamos definitivamente perdidos.
Hace ya mucho tiempo que hasta los más profanos sabemos que las grandes compañías de Big Data explotan nuestros pasos por Internet para generar sistemas dedicados a vendernos todas clase de productos. Ahora el negocio se amplía cuando creando bots de desinformación esas compañías obtienen ganancias que pueden incluso superar el mercado del consumo. El lucro de la ignorancia, pasión tan antigua como el ser hablante, encuentra en Internet una oportunidad sin precedentes.
Es una de las razones por las que Elon Musk se ha convertido en un aspirante a la tiranía absoluta, en su delirio de apoderarse de la libertad de expresión. Una libertad que por ahora consiste en cerrar todas las cuentas de Twitter de quienes cuestionan sus ideas, y restablecer aquellas de la extrema derecha que los anteriores directivos habían cancelado.
La “Agnotología” ya forma parte de lo que las jóvenes generaciones deben aprender desde los inicios de su formación escolar. No será fácil, porque habrá que luchar también contra la indignación de los terraplanistas y las asociaciones que difaman a Darwin. ¿Creíamos que eran un pequeño grupo de delirantes? Ya se cuentan por cientos de miles…»

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